El
mes de julio estaba acabando y el calor empezó a apretar. Fue entonces cuando
comenzaron los baños a la luz de la luna y algo cambió. Miguel Ángel tenía una
casita en el campo. En realidad era un chamizo bien construido, con una cocina
muy estrecha y funcional que sólo utilizaba para hacer café o calentar agua, un
dormitorio y un salón cuadrado, no muy espacioso y con tres sofás individuales;
uno de tres plazas que probablemente, según iban siendo desechados de la
vivienda familiar, iban incorporándose al mobiliario de aquel lugar. Él
utilizaba la casa de campo para encerrarse a escribir o para ir con el escritor
y organizar veladas literarias para ellos solos. Supongo que alguna vez su musa
les acompañó. Una noche me invitaron y accedí. A pocos metros de la casa había
una alberca que utilizaban en verano para refrescarse, pero esa noche había
luna llena y les pareció perfecta para que nos bañáramos los tres desnudos. No se de quien fue la idea, pero ellos
planteaban a dúo que era una forma de preparar el espíritu para después
dejarnos llevar por el encanto de las palabras…
(Este relato es parte de TENGO UN AMANTE. 15 relatos devoradores. Aquí podéis leerlo completo)
http://periodicoirreverentes.org/2014/09/04/solo-fueron-hormonas-y-hambre/
Y Aquí podéis escuchar un fragmento
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