Alguna
vez participé en un concurso de poesía para poetas jóvenes. Las bases del
concurso eran bien explícitas y comunes; regulaban lo de siempre: número mínimo
y máximo de versos, dimensiones y calidad del papel en que debían ser escritos,
temática, idioma, etc., etc. Lo novedoso era el sistema de premiación.
Cuando me tocó el turno de intervenir, el
día del recital en que se leyeron los poemas y se otorgaron los premios, leí
una bola de poemas ridículos, tontos, inauténticos, copiados, pesados, sosos,
sarnosos, apestosos, cansados, aburridos, insípidos, tradicionales, repetidos,
y malogrados...
(Este relato está incluido en BRINDIS, BROMAS y BRAMIDOS y lo podréis leer completo en este enlace)
http://periodicoirreverentes.org/2015/06/18/brindis-bromas-y-bramidos-oniricos-ii/
Comentarios
Publicar un comentario