Llevaba
conduciendo más de quince minutos, cuando por fin vio un cartel
desproporcionado, con patas cortas y apariencia inestable. Sobre fondo ocre,
las letras de un verde intenso le notificaron que había llegado a destino: CASA
DE REPOSO VELARDE
Se
desvió a la izquierda y tuvo que dejar el coche aparcado junto a la carretera,
tal y como rezaba el aviso que le impedía el paso. Tomó el sendero empedrado,
que le conduciría a la casa, y no tardó en divisar la verja de hierro forjado,
amenazante y majestuosa, que circundaba la propiedad. Agarrado a los barrotes y
asomando la cabeza, como hacía de niño, contemplaba la casa familiar de los
Blasco. Aquella casa señorial siempre le pareció imponente. Ahora estaba algo
desvencijada por el abandono sufrido durante tantos años, pero conservaba ese
aire de gran dama que siempre tuvo. Había sido construida hacía más de cien
años por encargo de un terrateniente local. Dos plantas, ocho dormitorios, varios salones y salas de recreo, una
biblioteca digna de un noble y un jardín francés muy de moda en la época, del
que no quedaba nada, puro rastrojo y desorden…
(Este relato es parte de TENGO UN AMANTE. 15 relatos devoradores. Aquí podéis leerlo completo)
http://periodicoirreverentes.org/2014/10/30/el-encargo/
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