UN REVÓLVER EN LA COCINA El tambor, al no alojar proyectil alguno, pierde cualquier tipo de autoridad, utilidad y peso. Así mismo, un texto que no posee cadencia, profundidad y dinámica, o un calibre igual o superior al .44, no puede volar las tapas de los cráneos que le leen. Un revólver con tambor vació y un texto que no aturde, son sólo anécdotas patéticas y enclenques que se olviden rápido y van a dar demasiado pronto al patio trasero de la mente. Fernando Morote, con «La Cocina del Infierno» logra desmantelar la pasividad del lector con un calibre mayor al .44. En una obra dividida en tres asaltos como pelea súper libre, y un punto de vista desasosiego que muta con una sutileza alarmante a lo largo de los tres lapsos. En el primer asalto, «Los Ingobernables», tejido desde un punto de vista en primera persona plural, Morote nos presenta a cada una de las balas, al tambor y al conjunto de ambas cosas detonando oración por oración casi al instante. Es decir, la