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Mis escritores favoritos: Fernando Morote (17). ¨Un revólver en la cocina¨, Marcial Fonseca-Reseña de ¨La cocina del infierno¨(MRV editor independiente, 2015)





UN REVÓLVER EN LA COCINA

     El tambor, al no alojar proyectil alguno, pierde cualquier tipo de autoridad, utilidad y peso. Así mismo, un texto que no posee cadencia, profundidad y dinámica, o un calibre igual o superior al .44, no puede volar las tapas de los cráneos que le leen. Un revólver con tambor vació y un texto que no aturde, son sólo anécdotas patéticas y enclenques que se olviden rápido y van a dar demasiado pronto al patio trasero de la mente.
Fernando Morote, con «La Cocina del Infierno» logra desmantelar la pasividad del lector con un calibre mayor al .44. En una obra dividida en tres asaltos como pelea súper libre, y un punto de vista desasosiego que muta con una sutileza alarmante a lo largo de los tres lapsos.
En el primer asalto, «Los Ingobernables», tejido desde un punto de vista en primera persona plural, Morote nos presenta a cada una de las balas, al tambor y al conjunto de ambas cosas detonando oración por oración casi al instante. Es decir, la estructura del primero de los tres relatos, que como el revólver, bala a bala, capítulo a capítulo, va torciéndonos de apoco con una rabia salerosa.
En seguida y sin espacio para el jadeo, «La Cocina del Infierno» entra a escena. Precedida por una frase de Pollock, y con una estructura basada en su mismísima técnica artística del golpeo/chorreo, oración a oración Morote va llenando nuestro plano mental con rasguños de distintas profundidades. Con gotas de calibres distintos capaces de agujerear sin mayor complicación, Fernando logra transportarnos a una de las estampas más emblemáticas de la unión americana, sin decirlo, como habiéndonos raptado llevándonos lejos, a la vida de un clavo sudamericano pretendiendo clavarse en la resplandeciente madera estadounidense.
Como si la agitación del goteo agresivo de «La Cocina del Infierno» no hubiese sido suficiente, «Comando Meón», dividido en tres partes, no defrauda dándonos más de esa dinámica tan espesa y fluida que posee Morote. Este tercer y último relato es sin duda el más hilarante, no porque los demás no lo sean, ya que el humor transgresivo en la literatura de Morote es típica y encomiable constante, sino porque la burla hacia la vulnerable posición del hombre hacia su pilila y el deber de mear es continuamente expuesta.
La literatura de Fernando Morote elude lo desabrido con un humor salpicado de ácido, «La Cocina del Infierno», su más reciente obra, no es la excepción. Y personalmente, con andares tan violentos como el del segundo relato, que comparte nombre con la obra, queda claro el asunto. Literatura efervescente de fácil consumo/acceso, como el más excelso crack, como el sueño americano que continuamente nos agranda y empequeñece las bolas al ritmo de las gotas de Pollock.    


Marcial Fonseca



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