Clasificas a tus empleados. Tratas a diario con un montón de criminales. Como relacionista público eres un indigente. Te desenvuelves mejor como sicario. No merecen que procedas como un caballero. Vaquero arreando ganado. Después de elogiarlos, tienes que separarlos. Dudas si son imbéciles o ignorantes. Inventas ingeniosos códigos para establecer contacto. Son incapaces de digerir tu glosario de neologismos. Se confunden. No entienden. La palabra más burda les produce un derrame cerebral. Si encontraran a la Mona Lisa en un pasillo del edificio, son capaces de tirarla a la basura... (Este relato es uno de los tres que conforman LA COCINA DEL INFIERNO. Aquí podéis leer la última parte completa) http://periodicoirreverentes.org/2016/02/11/la-cocina-del-infierno-final/