Escuchas canciones que habías dado por olvidadas.
Te acostumbras de nuevo.
Te sientes acompañado por tus recuerdos.
Descansas poniendo en tus oídos sonidos familiares que
contrarresten el barullo de voces desconocidas.
Con décadas de atraso vienes a entender a los chinos.
Nunca supiste por qué leían con ávida nostalgia, tras el
mostrador de sus bazares, los amarillentos periódicos que venían de su país.
Todas las mañanas cumples el mismo rito siguiendo por
televisión las noticias del tuyo.
Es una forma de regresar, de no haberte ido.
No eres un ciudadano de segunda clase.
Ni siquiera uno de tercera.
No eres ciudadano.
Portas un número de contribuyente.
Declaras tus ingresos.
Mantienes una cuenta de banco.
Eres usuario de la biblioteca y miembro de un gimnasio.
Pero no mereces crédito...
(Este relato es uno de los tres que conforman LA COCINA DEL INFIERNO. Aquí podéis leer la segunda parte completa)
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