Una
de las últimas veces que estuve en un café fue un domingo de verano, lo
recuerdo bien, porque casi todo el mundo iba en mangas de camisa y
sin corbata, y pensé: tal vez no sea domingo, como yo creía, y el hecho de que
pensara exactamente eso hace que me acuerde. Me senté a una mesa en medio del
local, a mi alrededor había mucha gente tomando canapés y bollos, pero casi
todas las mesas estaban ocupadas por una sola persona. Daba una gran impresión
de soledad, y como llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie, no me habría
importado intercambiar unas cuan tas palabras con alguien. Estuve meditando un buen rato sobre cómo
hacerlo, pero cuanto más estudiaba las caras a mi alrededor, más difícil me
parecía, era como si nadie tuviera mirada, desde luego el mundo se ha vuelto
muy deprimente…
(Aquí podéis leer el relato completo)
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