Hasta
ahora recuerdo aquella tarde en que al pasar por el malecón divisé en un
pequeño basural un objeto brillante. Con una curiosidad muy explicable en mi
temperamento de coleccionista, me agaché y después de recogerlo lo froté contra
la manga de mi saco. Así pude observar que se trataba de una menuda insignia de
plata, atravesada por unos signos que en ese momento me parecieron
incomprensibles. Me la eché al bolsillo y, sin darle mayor importancia al
asunto, regresé a mi casa. No puedo precisar cuánto tiempo estuvo guardada en
aquel traje que usaba poco. Sólo
recuerdo que en una oportunidad lo mandé a lavar y, con gran sorpresa mía,
cuando el dependiente me lo devolvió limpio, me entregó una cajita, diciéndome:
"Esto debe ser suyo, pues lo he encontrado en su bolsillo"...
(Aquí podéis leer el cuento completo)
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