—Carola.
¡Qué no llegamos!
—Ya estoy casi.
—Venga mujer, que son las ocho y media.
—Me visto en un momento. Ya salgo.
Gustavo
siempre con prisa. La oficina estaba a cinco minutos y no abría hasta las
nueve, pero se ponía histérico enseguida. Llevaban viviendo juntos más de un
año y no había cambiado nada, seguía siendo igual de impaciente. Muy
responsable para el trabajo aunque no tanto para los ensayos. La de horas que
tuvo que pasar enseñándole a moverse. Tenía el porte, el cuerpo y el encanto,
andaba muy bien, pero bailaba con tan poca gracia. Aunque había que reconocer
que verle transformarse en Tatiana era un verdadero espectáculo. Bien maquillada,
subida a aquellas plataformas de infarto, con su atuendo de Lolita, vestidos
cortitos luciendo piernas y culo, muy provocativa, saliendo al escenario como
si estuviera ante un público entendido. Aunque Gustavo no era una loca, si lo
veías por la calle resultaba muy masculino y con aquel vozarrón de ultratumba
tan sexy, pena que fuera tan bajito. No tenían nada en común, ni siquiera
coincidían en los gustos, jamás se habían fijado en el mismo hombre. A Gustavo le iban los cachas y a él los
elegantes...
(Este relato es parte de TENGO UN AMANTE. 15 relatos devoradores. Aquí podéis leerlo completo)
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