Ocho
de la mañana: cruce de las Avenidas Ayacucho y Tomás Marsano. Agitación
general. Cien metros planos. Todos apurados para acudir a sus trabajos. Yo, sin
uno al que llegar, me levanto temprano para ir al centro de Lima y observar
cómo corren los demás. Me divierto. Gozo viéndolos desesperarse por llegar a
tiempo. Una oportunidad para reforzar aun más mi amor por la vida sosegada. En
el paradero del ómnibus dos policías preguntan cosas a la gente. Las personas
responden con movimientos de cabeza, gestos de perplejidad, ademanes
elocuentes. Quién sabe, tal vez, quizás, a lo mejor, de repente. Algunos se
van, otros llegan. Yo entre estos últimos. Estoy recién bañado, pero sin
afeitar ni peinar. Los pelos semi-parados. Llevo la misma ropa de hace cinco
días: jean azul casi marrón, polo blanco casi plomo, casaca guinda casi negra,
zapatillas rojas casi sin color, sobre el hombro un morral de lona beige casi
verde. Uno de los policías se acerca
y me pide documentos...
(Este relato forma parte de la novela LOS QUEHACERES DE UN ZÁNGANO y lo podréis leer completo aquí)
http://periodicoirreverentes.org/2015/09/03/los-quehaceres-de-un-zangano-de-paseo-por-el-mundo-de-kafka/
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