—¡Apaga
esa música, Sebastián! ¡Sabes que me rompe los nervios el volumen tan alto!
La infidelidad de su mujer —que no tenía
nada ver con otros hombres sino con su falta de fe en él— había terminado por
decepcionarlo.
—¿Hasta cuándo vas a seguir perdiendo el
tiempo en esos aparatuchos? ¡Quién te entiende, por Dios santo! Eres
todo un ingeniero hidráulico y a tu edad no tienes dónde caerte muerto…
(Aquí podéis leer el relato completo)
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