Nunca
he tenido plena consciencia de lo que sucede alrededor. En mi vida ha habido
siempre mucho de imaginario, bastante de incierto y harto de ignorado.
Los
curiosos sufren sin excepción; son golpeados o despreciados, considerados
latosos o imbéciles. Por eso he decidido vivir como un huésped dentro de mi
propia casa. La familiaridad –lo mismo que la cortesía- me resulta
incómodamente indiscreta. No soy un hombre al que van a recordar por su
sociabilidad. El único contacto que tengo con la gente es el inevitable, aquél
que me impone la obligación o la necesidad. El día que mis seres queridos
logren entender esto, les aseguro que me adorarán. Quizás hasta me declaren
huésped ilustre. Mientras tanto pueden detestarme...
http://periodicoirreverentes.org/2015/02/19/brindis-bromas-y-bramidos-decembrinos-iii/
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